
La Diócesis de Málaga felicita de corazón al nuevo papa León XIV
Alrededor de las 18.08 horas del jueves 8 de mayo, fiesta de Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina, Uruguay y Paraguay, y de la malagueña beata Madre Carmen del Niño Jesús, se ha hecho visible la fumata blanca que anuncia la elección del nuevo Papa, el número 267. Eminentísimo y Reverendísimo Señor, Señor Robert Francis Cardenal de la Santa Romana Iglesia Prevost, quien ha tomado el nombre de León XIV.
La fumata blanca de la chimenea de la Capilla Sixtina a las 18.07 ha anunciado a los fieles y al mundo que ha sido elegido un nuevo Obispo de Roma, sucesor de Pedro. Así lo anunciaba el Cardenal Protodiácono Dominique Mamberti: «Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam!», (“Les anuncio con gran alegría: ¡Tenemos Papa!”). Y así anunciaba el nombre elegido: “Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum Robertum Franciscum Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinale Prevost, qui sibi nomen imposuit León XIV. (“Eminentísimo y Reverendísimo Señor, Señor Robert Francis Cardenal de la Santa Romana Iglesia Prevost, quien ha tomado el nombre de León XIV”).
Tras la proclamación, el Obispo de la Diócesis de Málaga, D. Jesús Catalá, en nombre de toda la Diócesis, felicita al nuevo papa León XIV.
«Nuestra Diócesis de Málaga felicita de corazón al nuevo papa León XIV, hijo de san Agustín, y pedimos por los frutos de su nuevo Pontificado, para que el Señor le guíe y le fortalezca en su tarea de guiar a la Iglesia con el don de la Paz de Cristo Resucitado, y con el envío misionero del Espíritu Santo, tal y como él mismo nos ha invitado en sus primeras palabras de saludo al mundo entero».
Primeras palabras
Recién elegido Sucesor de San Pedro, el papa León XIV dirigía sus primeras palabras desde la Logia de las Bendiciones de la Basílica de San Pedro. Robert Francis Prevost, hasta ahora prefecto del Dicasterio para los Obispos, elegido por los cardenales en el Cónclave como el Pontífice de la Iglesia Universal número 267, comenzaba su primer saludo deseando la paz a todos.
Discurso completo del papa León XIV frente a la plaza de San Pedro
La paz sea con todos ustedes.
Queridos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo resucitado, el Buen Pastor que ha dado la vida por el rebaño de Dios.
También yo quisiera que este saludo de paz llegue hasta sus corazones, que alcance a sus familias, a todas las personas, donde sea que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la tierra.
La paz esté con ustedes.
Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada, desarmante y también perseverante, que proviene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente. Todavía conservamos en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente, del papa Francisco que bendecía a Roma.
El Papa que bendecía a Roma también la daba al mundo entero esa mañana del día de Pascua. Permítanme dar continuidad a esa misma bendición: que Dios los quiere mucho, Dios ama a todos y el mal no prevalecerá. Estamos todos en las manos de Dios.
Por lo tanto, sin miedo, unidos, mano a mano con Dios y entre nosotros, andemos adelante. Seamos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita de su luz; la humanidad necesita de Él como el puente para ser alcanzada por el amor de Dios. Ayudémonos los unos a los otros a construir puentes con el diálogo, el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo, siempre en paz.
Gracias al papa Francisco.
Quisiera agradecer a todos los hermanos cardenales que me han elegido para ser el sucesor de Pedro y caminar junto a ustedes como Iglesia unida, buscando siempre la paz y la justicia, trabajando como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio y ser misioneros.
Soy un hijo de san Agustín, agustino, que ha dicho: “Con ustedes soy cristiano y para ustedes, obispo”. En este sentido, podemos todos caminar juntos hacia esa patria que Dios nos ha preparado.
A la Iglesia de Roma, un saludo especial.
Tenemos que buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes de diálogo, siempre dispuesta y abierta a recibir, como esta plaza, con los brazos abiertos a todos, a todos los que tienen necesidad de nuestra caridad, de nuestra presencia, de diálogo y de amor.
Y si me permiten, también una palabra, un saludo, de modo particular para todos aquellos de mi querida diócesis de Chiclayo, en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto, para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo.
A todos ustedes, hermanos y hermanas, de Roma, de Italia y de todo el mundo. Queremos una Iglesia sinodal, que camine, que busque siempre la paz, que busque siempre la caridad, estar cerca de quienes sufren.
Hoy, en el día de la Virgen de Pompeya, nuestra Madre María quiere caminar siempre con nosotros, estar cerca de nosotros, ayudarnos con su intercesión y su amor.
Ahora quisiera rezar junto a ustedes por esta nueva misión, por toda la Iglesia, por la paz del mundo. Pidamos esta gracia especial a María, nuestra Madre.